martes, 18 de enero de 2011

Plack!!!


¡Me he visto tantas veces, absorto en la mirada reflejada en el espejo, perdido en la lujuria de encontrarme con ese ego tan absurdo y sin forma, tan ideal e insatisfecho!, ¡tantas veces!, que, cuando voy caminando por las calles, la ilusión de las ventanas en los carros me han demostrado un poco de verdad y fantasía, y que luego, todo eso, se desvanece por los trotes imperantes de una rutina tan inequívoca y estática como desde este siempre... ¡Tantas veces me he mirado sin saberme, y yo, creyendo verte en el espejo!...

En el cielo incide un sueño que no recuerdo del todo, en el que aparecen flotando las nubes rosas de una decadencia climática, irónico resultado de una contaminación inminente, pero a la vez, hermoso espectáculo que algunas primaveras, en nuestra contaminada ciudad, invoqué con desesperada impaciencia. Y en ese cielo, nos sueño volando como aves intoxicadas, cayendo, muy lejanos, irrespirables, con tantas endorfinas como remembranzas....

El conocimiento se forma claro de pequeños y escrupulosos recuerdos. "Conocerme", "saber quién soy", "identificarme conmigo mismo" y "tener una certeza de mi rumbo": ideas cliché de una formación con fin patético en un pretérito nunca consolidado. Nada es así, nada es estático ni certero, ni escrito ni definido en un futuro de manera determinada, al menos nada en este inmenso mar de las emociones. Los sentimientos, las personas, los lugares y las formas... todo cambia menos el cambio.

Luego, en el espejo (quizás el lugar más estático de mi casa), se encuentra este reflejo con el que nunca me identifico y que a su vez reconozco con su lugar y su forma. Me gusta y no me genera satisfacción del todo. Veo avances y me pregunto si tendrá sentido seguir con todo eso. Me sonrío y miro muy adentro de mis ojos a ver si todavía se encuentra ese brillo, esa mirada fugaz y tenaz que solía tener cuando niño. Todo desaparece con un poco de experiencia. Las cosas que uno pretende hacer en su vida se ven entorpecidas por fantasías y señuelos: decisiones que nunca se concretan pero que cambian el camino hacia un lugar más profundo. La hondura de mi mirada se tornó alcanzable y se ve el fondo, como cuando encuentras a un animal acorralado y con miedo. Ya no miro como cuando me enamoro, ya no me enamoro como cuando vivía extasiado, pero sigo viviendo por encontrarme extasiado de la ilusión de amor o no amor.

Anhelo de llenar un hueco que no se puede llenar. No es como comer, o como dormir, no es una necesidad propia del ser humano. Nos hacemos de ella porque así nos forman. Nos vuelven adictos a una ilusión falaz y cursi, no definida. Nos pretenden hacer creer todo el tiempo que el fin de la vida es amar, cuando eso que llamamos amor es algo no concreto y no realizable para todos y como todos, al menos no como nos dicen que es. Y hay a quienes si les toca subirse a ese trampolín y saltar. Habemos muchos a los que no nos agarraron del otro lado... ¿A cuántos no habré soltado o no habré recibido en mis brazos? ¿A cuales de esos no los he podido soltar y cuántos no han querido soltarse? Vivir y morir, aquella pequeña y peculiar coincidencia que nos mantiene en este mundo.

Y en mi sueño -en el que ahora sólo yo vuelo-, caigo. Pero caigo feliz e impaciente de impactarme con el suelo, como resignado de alcanzar algo que acabara con un duelo, y en el momento del impacto, atravieso a la tierra como si todo el tiempo hubiera sido sólo un engaño su indudable firmeza...

[Plack!!!!]

Ahora, que despierto de este sueño, sólo me queda voltear y ver con una sonrisa mi pasado. Sigo vivo y solo queda el rastro de la tragedia, esquinada, ella sola sólo lamentándose en su tristeza, enojada y con rabia de tanta frustración, enferma, efímera y muda. Mucho qué hacer, mucho qué recoger y alzar. Así como El Villano destruye y devasta, los humanos no nos cansamos de hacer nuestras terquedades sustentadas en el instinto patético de seguir vivos, nuestro capricho. Así, poco a poco, vuelvo a imaginarme ante el espejo y te veo. Me veo. Nos vemos. No somos más que el mismo reflejo de algo que quizás se haya disipado. Quizás, sólo milagrosamente, seguimos vivos, sin importar las hazañas de un destino irrefutable, destino que se ha venido escribiendo desde el momento en el que nacimos como éste algo o alguien, destino no partícipe en el futuro, cambiante, creciente, y vivo, nada estático más historia que destino-.