miércoles, 13 de febrero de 2019

De este ego



He aquí este ego:
deshollándome entre uno y cien mil saberes,
colocando en su memoria cadáveres exquisitos
en sarcófagos sin chiste,
olvidando, olvidando, olvidando.
Trituro mis formas sin rastro,
camino entre rumbos sin fronteras,
pero escasos, muy escasos...
quedito, muy quedito y demacrado...
Así, bajo este tajo de destajos,
acribillada circunstancia peculiar del destino
que llamamos vida y nos rige,
nos engaña, nos conjuga sin chiste,
que nos abrasa y por dentro nos ruge.
Así bajo de este inconforme delirio,
anochezco, como loco empedernido,
como el atardecer inquieto,
predecible, vagamente predecible y repetitivo.

Al asecho de nuevas esperanzaso poco poco,
rozando esperanzas para que me ilumine tantito.
Oquedad delirante en desayuno día tras día,
noche tras ausencia,
bendición tras causa.

La vida es tan sacra, tan delicada y tan efímera.
Se esconde para florecer
y luego para marchitarse
y marchitar lo que le rodea.
Se va a un mar agudo para el alma,
filoso para el oído,
escabroso para el verso,
sin final para quien sufre.

La muerte es tan sacra como la vida,
pero puede ser infame como brillante,
placentera como imperante,
certera y futura, distante como el instante.

Y entre la vida y la muerte, el vivir la vida y morir para entregarse...

miércoles, 7 de septiembre de 2016

El olor del primer día de noviembre



Lutos y sombras que se disipan a cada amanecer y respirar. El aire es lo que purifica en cualquier caso. El aire y el tiempo. La amplitud y el vacío. Lo profundo de los sueños y lo onírico del brillo en los lagos del mundo. Recordar que entre la oquedad del silencio se encuentran los recuerdos mas ruidosos, la conciencia mas pura. Es entonces revivir en holograma un pasado quizás no deseado.

Del otro lado del universo se encuentran el vacío y el olvido. Un cadáver abandonado en un callejón que nunca existió en una ciudad sin personas. Un montón de evidencia sepultada, actos jamás concebidos, ni sentidos... ni nombrados si quiera. Enclenques ideas susurradas con el respirar del tiempo, la disidencia de lo deseado, lo querido y lo envidiado.

Que fea es la envida. Envenena el alma como la envenena la ira, como la quema el sol, como la congela una lluvia en otoño. Gotas que caen como letras de cartas que jamás serán entregadas ni leídas, mucho menos respondidas por los pasos firmes de alguien decidido a sepultar con su voz la indiferencia y encarnar su aliento con el presente. Suspiros que en el diafragma alcanzan su máxima nostalgia. Ojos de cristal que se rompen en el primer parpadeo, en el primer desconsuelo de octubre: el primer día de Noviembre. Y es que el frío quema y proclama con victoria la muerte ante la vida: la sangre gélida de un difunto se hace inminente, y dentro de pronto se integrará a la tierra sin mas remedio que nunca más ser nombrado.

¿Y que es la tierra sin flores o sin arena? ¿Qué es el mar sin las olas y su espuma, sin el viento que choca con los pulmones bien abiertos, con los brazos en alto, con la cara mojada por el rocío de una playa? ¿Qué son los ojos sin mirada? ¿Qué es caminar sin firmeza? Nada, y sin embargo al desmembrar el pasado, la pena y el arrepentimiento, la flor crece, como la de un cactus que entre espinas se levanta, la flor mas hermosa, el recuerdo más añorado; el espejismo, que de deseos como sed, construimos en el desierto de nuestra desesperanza.

La vergüenza es por inexperiencia. Es el ego el que permite creer la existencia de un balcón en donde uno juzga sus errores parado de puntitas, sin poder siquiera ver afuera de la comodidad y causalidad del fétido confort. Vive anhelando, quizás hasta engañándose, por no estar engullido en la mierda del mundo, y en realidad, teniendo los residuos y cicatrices de una vida marcada en cada dedo, en cada gota de sangre, en cada silencio y ausencia. Son sólo sollozos por las falsas ilusiones que en su momento las promesas construyeron. Todo, un montón ladrillos de un castillo abandonado, jamás terminado, y la imperiosa necesidad del regente de ese palacio en construirlo con sus propias manos, manos llenas de sangre, llenas de muerte. Ahora el señor del castillo yace viejo y decrépito, olvidando la grandeza de su imperio, de su reinado. Él solo se ha quedado construyendo su ansiado proyecto, condenado en la aspiración de terminar lo inalcanzable.

martes, 5 de noviembre de 2013

The Black Angels - River of blood



Trail away, an endless day, it happens once in your life.
To be enthroned, in your home well, meet me by the drum.
Amen (River of blood, river of blood) (River of blood, river of love)

Wreckin' days, you're flawless in ways, we break for the countryside.
The rebels were all shocked to find no food or guns in those mines.
You're sitting ducks (river of blood)

On this river of blood,
On this river of...

Safe to stay, streams of red and grey, it happens once in a while.
A freedom chase, right next to me, you've brought them their last wife,
but, it's not enough (river of blood)

On this river of blood
On this river of...
On this river of...

I hear footsteps coming near us
They're getting louder,
I am frightened 
This is it yeah, we are ready! 

Superkilling rings headed for me,
You're too damn human darlin'
New voices spinning in circles
I'll do what they tell me, 
If they get me 

You and I, will never know,
Probably be dead by tomorrow 
You and I, will never know 
You and I, you can know 
you and I It wasn't like they told me (I can't believe we got away)

This isn’t like they told me In the same room, 
With the same blood, 
Speaking freely, 
Talking has never been so easy 

On this river of blood
On this river of 
On this river of

domingo, 6 de octubre de 2013

De los errores y la ingenuidad



Fueron el eco de las olas, gritos en los que el agua se mueren de a poco, gemidos de dolor, de pasión, de fuerza para quienes no olividan. Son brisas de ardor y de sueños, suspiros ajenos, prostitutas sin cliente y con hambre en las noches de invierno.

Los títeres de esta historia lucen deshilachados y usados, sus ropas manchadas y hediondas. Las piernas que miran cruzadas la escena son las de una mujer con vestido rojo, escotado y apretado, medias entalladas, escrúpulos ligeros y vanos... Efímera y hetera.

Serán canciones y poemas escondidos, virtuales ante quien quiera que trate de encontrarles, letras esotéricas e ignoradas, pasos que hieren con peste, manos que acarician el cuello de un muerto, uñas largas, rímel corrido, sufrimiento en vano...

Los muertos no hablan ni resan- Tampoco desean ni cumplen. No cantan más que el silencio, no dicen la verdad ni buscan consuelo.

Los poemas y las canciones berrean, y en su melodrama entorpecen al corazón, embriagan y lloran sin rumbo, son de drama y risa, de demencia y sinceridad cuándo se hartan de tanto adorno, de tanta droga...

Y las funestas horas pasan como granos de arena. Cayendo en montañas sin dueño, atravezando un viento sin rumbo, musitando metáforas sin sentido. Como el hombre que vuela y el águila mustia: adormecidos por el veneno de sus deciciones, y que se encuentran en una mirada distante, lamentando, escupiendo hacia el cielo esperando ingenuamente no escupurse, no mancharse de sus propios actos y deciciones, anhelando que la inminente gravedad no haga su trabajo, el hombre cayendo, el ave volando...

martes, 25 de junio de 2013

De la devoción y el amor...


Y es que no hay oscuridad sin esa sensación de calor que tapa mis sueños. No hay consejo que valga más que la frescura de su sonrisa. Aquí, los mortales bendecimos su nobleza, vemos con anhelo, miramos con nostalgia y susurramos la alegría por cada beso entregado. Casi en trance musitamos con nuestro último suspiro su nombre y callamos hasta que el sol nos acompaña con tibeza.

Y en las noches de frío las mentes de quienes aquí recaen en pesadumbre de la soledad que genera su ausencia, convocan una sola de sus caricias, uno solo de sus pensamientos, muchos recuerdos a las estrellas. Es aquel, el dios que le da brillo a la noche y perdón a los vagos, que acobija nuestra locura con su música secreta en el orden de los astros, que acomoda el ciclo de los planetas y su demente paso por los cielos aurales y australes.

Aquí yacemos los que vagamos sin el consuelo de vivirle en carne esta noche, y así cargaremos nuestro estigma de dolor y vergüenza por haberle encontrado sin merecerle. Así dilucidamos nuestro presente alucinando a esos parajes, en los que nos entregamos de manera caprichosa para encontrarle. Y cada doloroso paso en nuestra eterna letanía, la agradecemos con la infinita felicidad que nos dio cada uno de sus abrazos, esa gentil mirada, ese cálido aliento, ese tan desesperado consuelo. Así lloramos con lagrimas de olvido y felicidad, de esperanzas y de ensueños Aquí en la imaginación hemos alojado un cachito de realidad y luego reímos, como si locos fueran los que lloran y luego ríen, y no los que ríen y luego lloran.

Y es que los que te veneramos aprendimos que del dolor a la risa está un paso, y ese es tu nombre, que decimos bajito cada que nos acordamos, que susurramos al enlistar cada una de tus cualidades, cada una de tus palabras: cada gesto que añoramos lo alojamos en  nuestra disfuncional memoria...Y ahí, ahí radica nuestra tragedia: en la limitación humana para, por un lado, de no poder recordar cada instante de tu presencia, y por el otro, el no poder dejar de pensar en ti a cada instante...

lunes, 26 de noviembre de 2012

Better off alone - The Black Angels


I feel so low.

Try me out for the evening. Living in a lie.
Your figure is alarming, take me to that fire.
I'm better off alone.

Living with a lady, one who helps me to decide.
Take me to that room girl, get me through this night.
I'm better off with one.

Punish yourself on the weekend, you sneak into that bar.
Open up that box girl, all that whisky is gone.
I'm better off alone.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

La masacre del templo de jade

Y los misterios encantan con un canto a quienes en sus sortilegios aletargantes caen, pues son estos de los primeros hechizos que usa quien viste la máscara de jade. Sin nombre y sin recuerdos, como un maniquí de dioses morbosos, la gran señora recita entre sueños y en un profundo bagaje de conciencia. Cae enseguida el primero de los mil soldados, y caerán y caerán, como moscas envenenadas que se aproximan sin suerte al cuarto de aquella posesión indecorosa. Y como los cantos atraviesan las paredes, los ingenuos asaltantes tapan con sus cuerpos las entradas de todo aquel matadero de bastardos.
Ese es el destino de quien desafía poderes primigenios. Su cobardía es como la de quien mata sin razón natural y por bajos instintos, sin fe y en desconsuelo. Es pecado usar la corrupción y la ambición para provocar el sufrimiento. Es peor desafiar el poder de quien le ha dado lo humano a lo humano. Si es error de decisión, por ignorancia o necesidad, quien ejecuta a monjes y niños inoscentes está destinado a la muerte. Pero es igual y más culpable quien manipula sociedades con su influencia humana y maquiavélica para cometer esos crímenes. Sólo que al ser tan grave su delito, es también más ajeno a la pureza de los seres de la más pura orbe.
Y así, mil soldados desaparecen en una neblina misteriosa. Y así, mil familias llorarán desesperadas sin saber la suerte de aquella armada. Así la imagen de alguien quién defiende en legítima defensa de lo sacro, quedará maldita por un pueblo, negada de contacto, odiada y reprochada por sus actos.  Y así, en el encanto más mortífero, deambularan por el templo encantado y eterno mil muertos sin paradero, mil almas inocentes de caprichos de humanos y seres divinos. Así, aunque el cometido del gran gobernante ha sido frustrado, también lo han sido las vidas, absurdamente desperdiciadas, dejando a un pueblo indefenso y a la merced de los bárbaros, de quienes no entran en el juicio de los dioses y tienen su alma destinada a un sufrir sin descripción ni consuelo, pero que en vida se dedican a lo atroz.
El orden de lo natural en ese valle se tornará húmedo y en neblina, aunque seco y fatigante, fragante a muerte y garante de mantener un orden ahi. La sacerdotisa saldrá de ese templo y uno a uno, los mil cuerpos serán enterrados y venerados. Así en tres años, quizás cuatro, el templo será nuevamente despejado, y de la flota ahí masacrada, nacerá un nuevo orden que en venganza alzará un imperio.

viernes, 11 de mayo de 2012

El ermitaño 1

La mañana se levantaba lenta. El sol estaba casi en el zenit del cielo, y la neblina no se había disipado del todo. En la reja entretejida de un mimbre permeado en aceite de maíz, había capullos colgados, como si adornaran ese muro, configurados de manera tal que al primer rayo de sol habrían de sentir el calor matutino. Era tarde ya, y en la modesta cabaña al pie de la escabrosa barranca, el viejo ermitaño, de las montañas altas del valle, salía.

Su primer reverencia era hacia el sol, señor dador de vida, y mensajero del Primero que le dió sentido a todo, incluso al tiempo.  Las otras reverencias las hacía por costumbre, y siempre a señores diferentes. Que si el señor de la tierra, o de las aguas, que si el espíritu de los animales o el de la muerte, que si el dios del otoño o la del invierno. Había para cada cosa un señor y un día diferente. Pero para el sol, siempre había la primera reverencia durante el día. Así pues, el ermitaño caminaba tranquilo en las montañas alejadas de las urbes y defendidas por la noche, las estrellas y la voluntad de quienes les rendían culto. Esa mañana era algo diferente. Encontraba a su paso olores poco comunes en el aire, encontraba perturbadoras visiones en el agua estancada a la orilla del río. Podía escuchar los gritos de la guerra en la profundidad de la neblina, podía oler los cuerpos quemados y la sangre. Esta guerra no olía a perfumes, ni se escuchaba como un trance de honorables guerreros entregados al sacrificio de las flores. Esa ocasión, la guerra sonaba como en los viejos tiempos que yacían en leyendas primitivas, en las que los hombres peleaban por ambiciones y no por deidades, por poder y no por rituales, por imponer más que por hacer culto a quienes bendecían con abundancia las tierras bajas.

Caminando lentamente, como era su costumbre, esta ocasión no subió a la rivera alta de la montaña, dónde nacían los ríos. Esta vez, dejó su cubo de agua junto al río, colgado de un viejo tronco que salía del bosque, y partió cuesta abajo hacia los valles, dónde las ciudades y los templos se encontraban. En el camino, largo y abrumadoramente silencioso tropezó en distintas ocasiones por la premura de su caminar. Abrumado, y con el aliento de quien se ve asechado, se percataba que el los aromas hedían a cada paso. Violencia, gritos y muerte. Sangre de animales y personas, violencia iracunda y sin sentido. Temía que pudiera no ser humano el que hiciera tanto daño, temía que los espíritus estuviesen enfurecidos por la monotonía e indiferencia a su culto que las nuevas ciudades implicaban en cada uno de sus habitantes. Temía en la consecuencia de la herejía, y cual bello habría sido ese caso, pero la realidad era aún más terrible...

domingo, 8 de abril de 2012

El rito de Otoño


La luna, como un faro de infinito resplandor, como el sol pero de luz fría, iluminaba ese rito entre humo y cenizas. Cada cráneo estaba colocado en el altar de tal manera que, vistos desde arriba, formaban una espiral en cuyo centro se encontraba un danzante. Su piel era morena, con un color oscuro como el de un mulato. El lugar era una playa en la que los riscos fungían de gradas, y los cantos eran proporcionados por un sólo sonido de mil voces en trance. De vez en cuando, los silencios entre estrofas permitían que en lo profundo de la selva se oyeran los cantos de aves exóticas, como excitadas por los sonidos de la costa apartada. Y era la luna la que, entre nubes de verano, se ocultaba de vez en vez.

Y en el centro, el danzante había parado y caía agotado en el piso. Sudando sangre, convulcionando y alucinando, soltando espuma blanca que con la arena se mezclaba en sangre y sudor.

De los cuatro extremos cardinales al centro de la ofrenda, cuatro hombres, propiamente vestidos, caminaron en silencio, despacio, descalzos y con sus batones blancos y lisos, arrastrados sobre la superficie con piedra labrada.
Y en el pedernal con desnivel, yacía el danzante inconsciente, ahora calmado, al parecer habría dejado de respirar.

La espiral que marcaban los cráneos no era más que un zurco proveniente de los cuatro puntos cardinales al centro, así que los hombres se hundían en agua, que en esa noche reflejaba el polvo de cuarzo en el zurco acanalado en el que caminaban. Era casi llegando al centro, que sus vestimentas terminaban mojadas por las aguas estancadas de ese malecón, peculiar y perturbador, a mitad de esa playa en forma de media luna.

Otras voces en lo profundo de la selva aledaña reían como burlándose del rito. Las risas tan perturbadoras como la noche, las almas tan oscuras como el infinito reflejado en la obsidiana de las cuatro cuchillas que en sus manos alzaban. Y los cantos, callados y aletargados como el chocar de las olas con la playa. El danzante yacía amarrado, y su vida, un sacrificio imposible de postergar.

sábado, 17 de septiembre de 2011

El último momento de este sueño....


Y es que hubo una vez, que perdido entre las injurias del destimo más cruel, me perdí. Sin pasos que seguir y una historia qué olvidar, olvidé que lo importante no es evadir. Y el dolor de mi alma, que en su luto se acurrucaba en el regazo de Morfeo, me engañó y me hizo tratar de correr. No es que hubiera un camino trazado, ni a seguir. Sólo se extravió esa certeza que uno adquiere en el mundo de lo material.

Vivir entre pasos no concretados, fijar el destino a lo improbable, apostar a todo menos a la certeza. Notas diarias que habría de tomar si quería despegarme de aquello que tanto dolor me traía. El drama, el drama en carne viva, una simulada imagen que sólo me engañó, y que al final de cuentas, no sirvió tampoco para deshacer el ego.

Un atentado contra el ego, es lo que buscaba, un atentado que me hiciera deshacerme para volver a empezar, para poder fijarme ahora algo no tan efímero, para adquirir una postura más real y menos materal. Y sin embargo, a lo largo de un año, quizás más, sólo he podido tropezarme con lo mismo.

El problema de negar lo mundando de la sociedad radica principalmente en el error que eso implica. Tratar de imaginar que lo efímero no conquista con su cetro al séquito de lo mediocre, es como negar lo redondo del mundo, lo ciclico del universo y lo patético del humano.

Y sin embargo, esa pequeña estrella en lo lejano, ese pequeño brillo, ese minúsculo bosquejo de esperanza, me sigue.

Ahora, dejé de esperar del mundo algo diferente que pedradas y rechazo. Dejé de buscar para poder encontrarme y comencé a caminar construyendo. Decido entre los nulos nuevos pasos, no retomar un camino, sino construir uno nuevo. Quizás no empecé desde el principio, pero es un nuevo empezar porque no se en dónde estoy ni a dónde voy. Y el no saber me permite vislumbrar desde lo construido lo que mi verdadera voluntad apetece...

Hay otros Mundos - Sangre Azteka



L.y M.: Humberto Alvarez
Interpreta: Sangre Asteka

Hay dos formas de morir,
y una de ellas se parece a ti.
Oh, yo digo que es así porque:
Hay otros mundos pero están aquí.

Hay otros mundos
cruzando el bien y el mal.
Hay otros mundos
en un grano de sal.
Hay otros mundos.
Los dioses volverán, te lo dirán.

Tú te sabes evadir
pidiendo al cielo no se olvide de ti.
Oh no, lo cierto no es así.
Son otras vidas que tendrás que morir

Hay otros mundos
entre mi voz y el mar.
Hay otros mundos
en la gota al sangrar.
Hay otros mundos.
Los dioses volverán, te lo dirán.

Hay otros mundos
cruzando el bien y el mal.
Hay otros mundos
en un grano de sal.
Hay otros mundos.
Los dioses volverán, te lo dirán.

Ya no quiero repetir
aquella historia que me hizo venir, no.
Oh, yo digo que es así.
Son otras muertes que tendré que vivir.

Hay otros mundos
cruzando el bien y el mal.
Hay otros mundos
en la gota al sangrar.
Hay otros mundos.
Los dioses volverán, te lo dirán.

Las visiones del Quetzal II


 El cuarto paso es la iluminación del alma. El valiente sacrificado ha dado todo lo que su vida pudo dar en la tierra de los vivos. Ahí, en esa eterna oscuridad sin nombre, brillará ahora como una estrella en el universo, como un gran señor de los lejanos mundos en los que el humano no ha existido. Su brillo es su alma y ahora, frente a él me encontraré yo, guiando su camino en las tinieblas como lo hago con el señor de las noches. Caminando así, sin rumbo ni destino, cada numerador del cosmos seguirá su rumbo hasta extinguir todo su resplandor, chocando y luchando contra los obstáculos de esa travesía infinita.

Y al final del Infinito, se encuentra el último paso. Sólo un ser puede llegar gasta este punto en la frontera de la tierra de los vivos con la de los muertos, sólo a él lo cuidará el Xoloscuincle y el Pájaro Muán. Y en sus pasos, el señor de la muerte pintará un camino diferente, marcará con sus pasos una traza infinita. Así, quienes busquen llegar a esa frontera, nunca llegarán, quienes quieran seguir sus pasos, siempre se perderán , y quienes quieran la protección del Xoloscuincle, la guía del Quetzal y el consejo del pájaro Muán, solo recibirán ladridos y cantos, susurro y jadeos, ya que sólo Gambiche, el brujo, podrá hablarnos y sólo a el le daremos nuestros servicios.-

Y luego, ensombrecido por la visión, por un reflejo de miedo y trance, agité mi mano tratando de entender lo escuchado, encomendando mi existencia a quien fuera el señor de esa noche, o la deidad responsable de ese acto. Casi inmediato a ello, a lo lejos, en las montañas del este, vislumbré la primera luz del alba. El pájaro sagrado no se encontraba cerca, sólo a lo lejos escuchaba difuminándose en el paisaje, su canto desvaneciéndose entre los árboles de la selva.

martes, 23 de agosto de 2011

Las visiones del Quetzal I



Y el quetzal se ancló a mi mano, y con su canto, me susurró visiones de espíritus. Me dijo como el río sufría y cómo el viento se desgarraba. Me comento la mirada de los niños que morían en agonía por la hambruna. Me mostró la furia de la tierra, y el llanto de la lluvia en las tormentas de la playa.

Y encantó el ave verde-azul, con su mirada mis pensamientos. Contemplé el ocaso en el horizonte, escaso de poder, cansado de iluminar nuestros días. Vi sin duda su cara, marchita por los años, pero rica en experiencia y sabiduría, resignada a su destino, encomendada a sus deidades.

Luego, con su voz, grito a mi mente, entre otras imágenes, los pasos que habría de seguir:

-Son cinco los pasos que hay que dar antes de numerar el vacío. El valor es el primero de ellos. Cuando se nace en seco, desde la muerte, no se menciona que los actos se volverán un capricho de vida. Cuando se crece, ese capricho se vuelve manía, que acontece de manera desmedida y efímera, como la primavera y sus brotes, como el invierno y sus muertes. Es en el madurar, que los caprichos se vuelven acciones y deseos, retumbo que como en tormentas enloquecen y se tornan insaciables, como las olas, como las brisas en los llanos más amplios, como los truenos. Después, después la vida dice qué hacer con tantas cosas, y se muestra que en el mundo se carece de castigo y justicia. Se enrarecen las almas, se corrompen los deseos, se fulminan los futuros vanos y testarudos, idealizados y carmesí.

El segundo paso es el fuego de sacrificio, que quema al valiente para volverlo aire y cenizas. De su alma que se fundió con la naturaleza, nacen los astros y las chispas, nace el alma de la tierra y la voluntad de olvido. Como el valiente se ha dado al dolor de ser quemado, solo el podrá saber el mayor dolor en vida propia para consigo. Después de eso, no conocerá menor dolor y la templanza de su ser se comparará con el deseo de no ser más que un trozo de tierra en el desierto. Las plantas y los animales, los bichos y el grano de arena más insignificante cobrarán por si mismos un valor indescriptible. Para el valiente sacrificado, el valor de todo lo que no es él será incalculable.

El tercer paso es la redención. Redimir el alma de la prisión corpórea, integrarse con el valor que el valiente ha encontrado a su paso. Su vida entera es vislumbrada ante sus ojos mientras es quemado en sacrificio.Acontece entonces la liberación de quien en su paso por la tierra de los vivos fue aprisionado por las pasiones efímeras y concretas, caprichos, estímulos e impulsos sosegados por la imprudencia del instante, ese acontecer ipso facto que los vivos tienen en los que suele fundamentarse su acto. A quienes lleguen a este paso, se les permitirá ver con desdén y ternura los momentos más incautos de su vida, y en esos reflejos y espejismos, encontrarán con humildad los grandes errores de su apego a los objetos.

domingo, 17 de abril de 2011

Arrullo.

Canto entre tanto, sin sentido ni forma. Canto una canción sin dueño ni fantasma, con notas que no imagino, con voces que no conozco, en tiempos que no acontecen y sin el permiso de alguna deidad o respeto.

Se levanta en mi cuarto una sábana: tu nombre. Se cocina en mi piso un recuerdo. Huele como a cardamomo con chocolate... cardamomo confitado con chocolate. Y el aliento que deja en toda mi habitación se refleja en mi espejo con la sensación tu nombre que hiede a luna.

Sueño tus cejas como quien sueña volar por el amazonas. Luego veo la luz de mi ventana al día siguiente. No es temprano. No está bien. Algo pasa y no me explico la forma de mi cama, ni las sábanas ni el vestigio de aromas cítricos y amargos.

Caigo sin más al recuerdo solemne de tu presencia. Caigo y hago berrinche como niño chiquito, como malcriado escuincle que se niega a aceptar una orden. La realidad me ordenó evadirte, olvidarte, no extrañarte, pero no hice caso y me quedé ciego, torpe, adicto y desorientado.

Ahora no veo amor, ni huelo almas, ni escucho ojos, ni siento tu piel, ni tus manos. ¡Manazas! Ahora no sueño, no camino, no sigo vivo y vivo en mi rutina de ser terco con la muerte. Le doy por su lado y me persigue marchitando mis flores, mis ideas, mis emociones. Marchita lo marchito en vida artificial y rutinaria. Calumnia. ¡Maldita muerte!... bendito llanto...

Y entre tanto, las sogas de mi mente siguen suicidando palabras.
Y entre tanto, tartamudeo en el frío de este calor, sofocante calor de primavera. Me retuerzo entre el eco de sonidos ajenos, lejanos, como la imagen de una ola impactando en el mar, lejana, humilde...

Arrullo... ¡¡ATENCIÓN!! Busco arrullo a quien lo de y me regale esa limosna. Busco arrullo en mi cama y mi sueño, busco arrullo que me arroje al arrollo de mis recuerdos, en sueños volátiles que me permitan dejar de soñar contigo, tu pelo, tu aliento, tu torso y tu risa... tu sonrisa... Busco arrullo porque no duermo desde que decidí alejarte de mi vida, busco ese lugar confortable en mi almohada, en mis ideas, busco poder pensar emocionado en que quizás un día despertemos juntos, busco emocionarme antes de dormirme, arrullado por la efímera imagen utópica que ya no me emociona, que ya no me interesa.

Arrullo... sólo un poco de arrullo por favor.

lunes, 11 de abril de 2011

El gobernante humillado


-¿Asi que vives arrastrándote en tus sueños?, vives solo y tuerto, con espuelas en tu corazón y tu alma. ¿Así que sigues inmaculando a quien te ha robado la dignidad? encuerado y encerrado bajo tapujos de colores dementes, patéticos, sin escala ni ser ni dueño.

Y no obstante, me pides que siendo tu, quien se yerga con una máscara de jade, y te pida clemencia como mi señor, mi dador de vida...

Tal infamia sólo se paga con la muerte....-

El señor de la tierra, Agamecatl, con su tono déspota de gobernante corrupto, así decía a el sumo sacerdote, que, sentado tranquilamente frente al trono, lo miraba fijamente con los ojos rojos y ocultos, bajo sus zarapos andrajosos y sucios.

-No le pido que sea yo el gobernante de estas tierras. No le pido reverencia ni clemencia. Me arrastro como un predador, por el mundo de los sueños, como animal que acecha. Vivo bajo estas ropas porque son más dignas que cualquier penacho o cualquier vestimenta. Me han visto morir y vivir infinidad de veces.

La máscara de jade es solo parte de una profecía, y al pedir que me la des, solo te estoy avisando que será tomada. El uso de un instrumento ritual es algo básico, y como sumo sacerdote, solo la usaré para profetizar algo que viene. Necesariamente te implica.-

Absuelto de explicaciones, la bruma en ese salón, en que los guardias yacían tirados en el piso, se alzó. Agamecatl solo pudo toser un poco, y percatarse que Gambiche no estaba ahí. También notó que la máscara de jade, lo que le daba el reconocimiento como gobernante, no se encontraba atrás de su trono. Lo único que quedaba disuelto en el aire de esa habitación, era la humillación de un déspota gobernante que había perdido toda legitimidad de su pueblo...

viernes, 25 de marzo de 2011

En el Pistilo del Mundo

En la punta del mundo humano, donde más alto debiera pisar un mortal, se le ha gritado al viento un deseo y un llanto, se le ha cantado a la brisa la visión de una noche jamás vista... Esa tarde, la imperiosa y solemne cualidad de las corrientes con la lluvia, ha limpiado las faldas de las sierras. Sé que se llevarán consigo todo aquello que ha disecado a la vida de los que en esa cima anhelen y amen...

Nada es real allí porque en un instante todo pareciera carente a realizarse, es como un sueño y sólo la voluntad define lo que ahí es presente. Por eso ahí tu no existes. Nadie existe.

En el pistilo del la flor del mundo se conglomeran caprichos y deseos que sólo una vez en la vida se conjuran. Allí, un día después del inicio del verano, los vientos llegan y soplan para renovar los pactos que cada año se renuevan con la tierra. Con besos, caricias y orgasmos, tanto el cielo como la tierra conviven y copulan. Sus hijos, los que habitamos el mundo, veneramos con grandes esperanzas la época venidera. Sólo en ese momento y en ese lugar se generan las esperanzas como el viento que acontece. Las oportunidades que rigen nuestros actos podrán ser fuertes y estridentes, a veces nos impedirán hablar con el otro, otras veces, nos obligarán a decir cosas idiotas, o sabias. En cualquier caso, los mortales en ese sitio nos ubicamos con la grandeza del lugar. Lloramos en nuestras almas pidiendo más perdón, mejor suerte, míticas experiencias dignas de ser recordadas por nuestros predecesores.

En el pistilo del mundo, se puede tocar el cielo las nubes y la tierra. También se puede sentir la insignificancia personal ante el universo, como cuando se conoce al mar. Allí, se pierde el ego y se evoca al estruendo de los rayos lejanos, tan imponentes y cercanos, que pensaremos que alguno de ellos terminará por tocarnos. En ese lugar, la ignorancia de los actos se vuelve inocencia y uno puede pensar miles de cosas, pero afronta sin duda las primeras nubes del verano que se escurren por las faldas de los cerros hacia donde entonces nos encontramos...

Choca la nube con la tierra, con el pistilo del mundo, y en sus semillas de agua traerá la vida que ha sido tan anhelada en la región. Es tanta energía la que se encuentra entre el contacto de la tierra y el del cielo, que no podría más que haber orgasmos y rayos. Un sexo desenfrenado y lleno de energía que dará vida y muerte, movimiento... Y nosotros, a mitad de ese acto tan preciado, nos estamos escurriendo entre la tierra y afrontando al viento...

¿Qué le queda a todo humano mas que afrontar y recibir las nubes en el pistilo del mundo?
¿Que nos resta, mas que sentir en todo eso la solemnidad de tanta energía? Nada.

En el pistilo del universo, tu no existes, nadie existe, todos somos el viento y la tierra, los susurros que anuncian volverse gritos y relámpagos, caricias y rasguños, como los vientos que soplan, los orgasmos, la vida.

¿Qué nos queda a nosotros, que lo hemos vivido? Una experiencia vivida, y la vida para poder contarlo, si es que el cielo nos lo permite...

La Sacerdotisa de Jade



Sola y amargada, sabia y serena. Eterna. Así bajaba con cada paso las escaleras de la pirámide construída en su honor y representando a su madre primigenia. En sus delicadas pisadas dejaba ver sus pies por los pequeños huecos que sus sandalias tejidas mostraban. Su cara estaba cubierta por una máscara de jade con orificios para sus ojos y su nariz. Los labios eran de rubíes colocados con mucho cuidado, y en las puntas de sus carrillos se encontraban ocho perlas aglutinadas de tal forma que daban la impresión de ser la punta de sus mejillas. Su traje era liso y largo, como un lienzo que se mostraba casi transparente y de un color verde que dejaba ver su hermoso cuerpo de oscura, tersa, y firme piel. Y su pelo largo casi hasta los pies, como una cascada de oquedad, igual de negro y profundo que su mirada. ¿Y a quienes miraba?

La sacerdotisa de jade bajaba con su máscara y su lienzo. A cada paso daba una bendición a quienes le rendían culto y una maldición a quienes abusaban de su hechizo. Las danzas de quienes la esperaban, se escuchaban en todo el pequeño valle. Y ella, con su misteriosa cara y en la profundidad de sus ojos, permanecía en un trance tal que cada paso era un milagro. En la cima de la pirámide, el fuego era inmenso y provocado por el viento, una llama tal que desde lejos parecía un faro que iluminaba la región, y en la base, el rito comenzaba con el sonido estrepitoso del crujir de las ascuas.

En la piedra especialmente labrada, yacía un joven, que al igual que ella, portaba una máscara. La diferencia yacía en el material que, en el caso del mozuelo, era un tejido y le cubría toda la cabeza. El rizado cabello del joven, que había sido largo durante un tiempo ya, era cortado, por los asistentes de la sacerdotiza. Desnudo y sosegado, con un taparrabos y con un charco de sudor y lágrimas, el joven se resignaba a contemplar el cielo con su luna y los dioses de los astros.

Asdlo Ag-Lumen




Un guerrero ha sido invocado en el año de las sombras, resguardado bajo el sello de la tormenta y en la veintena en la que se venera al hikuri. En su pecho está el hueco que le ha dejado el sacrificio de su corazón en el pedernal, requisito imprescindible para bajar al inframundo. Su cuerpo modificado le da el poder allí, lo levanta en un segundo, tercero, cuarto... lo levanta en un nuevo renacer que le permite seguir caminando. De su frente, en un pequeño orificio, se ve una luz tenue, luz que se le ha dado por regresar al mundo de los vivos. Al parecer hay como un lunar en su cráneo, disimulado por los pelos blancos que tiene en la zona. Todo su rostro está quemado, pero reconstruido por el tiempo y la experiencia. En su torso, una cicatriz a la altura del hígado le recuerda la perdida de un apego hacia el mundo material. Es de frío corazón. Ahora, el guerrero Asdlo Ag-Lumen ha sido invocado.

Gambiche, el sumo sacerdote, lo conjura. Ha sacrificado un cisne, un gato, un zorro y a una puta, ha comido 13 peyotes y ha conjurado maldiciones correspondientes a los tiranos de ese día. La noche, en la que se levanta el antes cuerpo decapitado, es de luna llena, nublada y con truenos secos a lo largo y ancho del desierto. Todo es ruido menos el pequeño cuadro de tierra que le rodea. El conjuro, así como el conjurado, resultan un misterio escrupuloso y parcial. Gambiche, acompañado por sus guías (el Xoloscuincle, el Quetzal y el Pajaro Muan), penetran en los sueños de los antiguos pobladores para robar recuerdos de actos que jamás serán mencionados nuevamente. Y así, con pequeñas apariciones, guía al guerrero entre la oscura penumbra hasta llegar a ese sitio, conocido por los pobladores de toda la región como un lugar en el que el inframundo y el mundo de los vivos tienen un mismo sitio.

A lo lejos, las pisadas de un lobo se escuchan como un galope de mil uayebs. El viento sopla tan fuerte, que el harapo del sumo sacerdote casi ha volado. Gambiche se incorpora y ve de frente la trémula mirada con sus ojos brillantes, ojos humanos pero que con la noche adquieren la nostalgia del desconsuelo, que en su brillo (el de la mirada de un niño) se encuentra encerrado al que ha invocado. Nahual o humano, el guerrero ha llegado hasta Gambiche, y él, le pedirá lo que tenga que pedirle, y Asdlo decidirá que pasos tomar, que actos seguir. Pero el destino está escrito, y ambos lo saben. Él, como el guerrero, Gambiche como el sumo sacerdote.

La temporada de lluvias se acerca, y la hostilidad de las noches que ocultan con nubes a la luna es bastante estridente. Sólo en ese lugar, en el que el mundo de los vivos une al mundo de los no vivos, las nubes respetan el brillo de la media noche. Allí, el destino ha forjado una nueva llama, un nuevo pacto.

Las pisadas en el desierto se escuchan cada vez más lejos, y en el lugar del rito, solo queda un saco de huesos humeando, el cadáver de una puta calcinado y cuatro piedras ordenadas hacia los puntos cardinales. El quetzal volando hacia la luna y un búho hacia el norte. El xoloscuincle se ha acomodado bajo el zarape arapiento y a lo lejos el amanecer aparece.

martes, 18 de enero de 2011

Plack!!!


¡Me he visto tantas veces, absorto en la mirada reflejada en el espejo, perdido en la lujuria de encontrarme con ese ego tan absurdo y sin forma, tan ideal e insatisfecho!, ¡tantas veces!, que, cuando voy caminando por las calles, la ilusión de las ventanas en los carros me han demostrado un poco de verdad y fantasía, y que luego, todo eso, se desvanece por los trotes imperantes de una rutina tan inequívoca y estática como desde este siempre... ¡Tantas veces me he mirado sin saberme, y yo, creyendo verte en el espejo!...

En el cielo incide un sueño que no recuerdo del todo, en el que aparecen flotando las nubes rosas de una decadencia climática, irónico resultado de una contaminación inminente, pero a la vez, hermoso espectáculo que algunas primaveras, en nuestra contaminada ciudad, invoqué con desesperada impaciencia. Y en ese cielo, nos sueño volando como aves intoxicadas, cayendo, muy lejanos, irrespirables, con tantas endorfinas como remembranzas....

El conocimiento se forma claro de pequeños y escrupulosos recuerdos. "Conocerme", "saber quién soy", "identificarme conmigo mismo" y "tener una certeza de mi rumbo": ideas cliché de una formación con fin patético en un pretérito nunca consolidado. Nada es así, nada es estático ni certero, ni escrito ni definido en un futuro de manera determinada, al menos nada en este inmenso mar de las emociones. Los sentimientos, las personas, los lugares y las formas... todo cambia menos el cambio.

Luego, en el espejo (quizás el lugar más estático de mi casa), se encuentra este reflejo con el que nunca me identifico y que a su vez reconozco con su lugar y su forma. Me gusta y no me genera satisfacción del todo. Veo avances y me pregunto si tendrá sentido seguir con todo eso. Me sonrío y miro muy adentro de mis ojos a ver si todavía se encuentra ese brillo, esa mirada fugaz y tenaz que solía tener cuando niño. Todo desaparece con un poco de experiencia. Las cosas que uno pretende hacer en su vida se ven entorpecidas por fantasías y señuelos: decisiones que nunca se concretan pero que cambian el camino hacia un lugar más profundo. La hondura de mi mirada se tornó alcanzable y se ve el fondo, como cuando encuentras a un animal acorralado y con miedo. Ya no miro como cuando me enamoro, ya no me enamoro como cuando vivía extasiado, pero sigo viviendo por encontrarme extasiado de la ilusión de amor o no amor.

Anhelo de llenar un hueco que no se puede llenar. No es como comer, o como dormir, no es una necesidad propia del ser humano. Nos hacemos de ella porque así nos forman. Nos vuelven adictos a una ilusión falaz y cursi, no definida. Nos pretenden hacer creer todo el tiempo que el fin de la vida es amar, cuando eso que llamamos amor es algo no concreto y no realizable para todos y como todos, al menos no como nos dicen que es. Y hay a quienes si les toca subirse a ese trampolín y saltar. Habemos muchos a los que no nos agarraron del otro lado... ¿A cuántos no habré soltado o no habré recibido en mis brazos? ¿A cuales de esos no los he podido soltar y cuántos no han querido soltarse? Vivir y morir, aquella pequeña y peculiar coincidencia que nos mantiene en este mundo.

Y en mi sueño -en el que ahora sólo yo vuelo-, caigo. Pero caigo feliz e impaciente de impactarme con el suelo, como resignado de alcanzar algo que acabara con un duelo, y en el momento del impacto, atravieso a la tierra como si todo el tiempo hubiera sido sólo un engaño su indudable firmeza...

[Plack!!!!]

Ahora, que despierto de este sueño, sólo me queda voltear y ver con una sonrisa mi pasado. Sigo vivo y solo queda el rastro de la tragedia, esquinada, ella sola sólo lamentándose en su tristeza, enojada y con rabia de tanta frustración, enferma, efímera y muda. Mucho qué hacer, mucho qué recoger y alzar. Así como El Villano destruye y devasta, los humanos no nos cansamos de hacer nuestras terquedades sustentadas en el instinto patético de seguir vivos, nuestro capricho. Así, poco a poco, vuelvo a imaginarme ante el espejo y te veo. Me veo. Nos vemos. No somos más que el mismo reflejo de algo que quizás se haya disipado. Quizás, sólo milagrosamente, seguimos vivos, sin importar las hazañas de un destino irrefutable, destino que se ha venido escribiendo desde el momento en el que nacimos como éste algo o alguien, destino no partícipe en el futuro, cambiante, creciente, y vivo, nada estático más historia que destino-.