lunes, 11 de abril de 2011

El gobernante humillado


-¿Asi que vives arrastrándote en tus sueños?, vives solo y tuerto, con espuelas en tu corazón y tu alma. ¿Así que sigues inmaculando a quien te ha robado la dignidad? encuerado y encerrado bajo tapujos de colores dementes, patéticos, sin escala ni ser ni dueño.

Y no obstante, me pides que siendo tu, quien se yerga con una máscara de jade, y te pida clemencia como mi señor, mi dador de vida...

Tal infamia sólo se paga con la muerte....-

El señor de la tierra, Agamecatl, con su tono déspota de gobernante corrupto, así decía a el sumo sacerdote, que, sentado tranquilamente frente al trono, lo miraba fijamente con los ojos rojos y ocultos, bajo sus zarapos andrajosos y sucios.

-No le pido que sea yo el gobernante de estas tierras. No le pido reverencia ni clemencia. Me arrastro como un predador, por el mundo de los sueños, como animal que acecha. Vivo bajo estas ropas porque son más dignas que cualquier penacho o cualquier vestimenta. Me han visto morir y vivir infinidad de veces.

La máscara de jade es solo parte de una profecía, y al pedir que me la des, solo te estoy avisando que será tomada. El uso de un instrumento ritual es algo básico, y como sumo sacerdote, solo la usaré para profetizar algo que viene. Necesariamente te implica.-

Absuelto de explicaciones, la bruma en ese salón, en que los guardias yacían tirados en el piso, se alzó. Agamecatl solo pudo toser un poco, y percatarse que Gambiche no estaba ahí. También notó que la máscara de jade, lo que le daba el reconocimiento como gobernante, no se encontraba atrás de su trono. Lo único que quedaba disuelto en el aire de esa habitación, era la humillación de un déspota gobernante que había perdido toda legitimidad de su pueblo...

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