sábado, 17 de septiembre de 2011

Las visiones del Quetzal II


 El cuarto paso es la iluminación del alma. El valiente sacrificado ha dado todo lo que su vida pudo dar en la tierra de los vivos. Ahí, en esa eterna oscuridad sin nombre, brillará ahora como una estrella en el universo, como un gran señor de los lejanos mundos en los que el humano no ha existido. Su brillo es su alma y ahora, frente a él me encontraré yo, guiando su camino en las tinieblas como lo hago con el señor de las noches. Caminando así, sin rumbo ni destino, cada numerador del cosmos seguirá su rumbo hasta extinguir todo su resplandor, chocando y luchando contra los obstáculos de esa travesía infinita.

Y al final del Infinito, se encuentra el último paso. Sólo un ser puede llegar gasta este punto en la frontera de la tierra de los vivos con la de los muertos, sólo a él lo cuidará el Xoloscuincle y el Pájaro Muán. Y en sus pasos, el señor de la muerte pintará un camino diferente, marcará con sus pasos una traza infinita. Así, quienes busquen llegar a esa frontera, nunca llegarán, quienes quieran seguir sus pasos, siempre se perderán , y quienes quieran la protección del Xoloscuincle, la guía del Quetzal y el consejo del pájaro Muán, solo recibirán ladridos y cantos, susurro y jadeos, ya que sólo Gambiche, el brujo, podrá hablarnos y sólo a el le daremos nuestros servicios.-

Y luego, ensombrecido por la visión, por un reflejo de miedo y trance, agité mi mano tratando de entender lo escuchado, encomendando mi existencia a quien fuera el señor de esa noche, o la deidad responsable de ese acto. Casi inmediato a ello, a lo lejos, en las montañas del este, vislumbré la primera luz del alba. El pájaro sagrado no se encontraba cerca, sólo a lo lejos escuchaba difuminándose en el paisaje, su canto desvaneciéndose entre los árboles de la selva.

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